ALEXANDRU (ALEJANDRO) BUSUIOCEANU


ALEXANDRU (ALEJANDRO) BUSUIOCEANU 
Poeta, historiador del arte, ensayista


Uno de los más interesantes escritores rumanos que escriben en español, es Alexandru Busuioceanu (1896-1961), quien, después de una notable trayectoria como poeta, como historiador del arte y ensayista en lengua rumana, tuvo una última etapa de su vida dedicada a una considerable actividad como poeta y ensayista en lengua española.
Enviado a Madrid en 1942, en calidad de consejero cultural y como profesor de lengua y literatura rumana, Alexandru Busuioceanu no sólo aprovechaba una oportunidad surgida en el ingrato contexto de la guerra mundial, sino que culminaba así una vieja aspiración. Estudiante en Viena, al final de la Primera Guerra Mundial, soñaba, junto con su compañero Grigore Nandrih, futuro lingüista, profesor en Oxford y en Londres, con “huir a España y que nos pierdan la pista” (Busuioceanu 2001: 198) y, en 1948, le confesaba a Alexandru Ciorãnescu: “Creo que he nacido con la nostalgia de la lengua española”, y le contaba que se consideraba andaluz gracias a “su romántico abuelo”, enamorado de las sombras de la Giralda y del Albaicín. “Su romántico abuelo” era un escritor de periódicos y poeta olvidado de mediados del siglo XIX, Grigore Bossueceanu, originario de Gorj. Éste había viajado mucho a Occidente en los años sesenta de aquel siglo, por Italia y por España. Allí nacen sus versos sobre Granada y el Guadalquivir, publicados en Albumul literar (El álbum literario), personaje sobre el cual su nieto envía una amplia nota biográfica al escritor de periódicos Pamfil Seicaru, en una carta del 5 de enero de 1956 (Cristofor y Pal 2002: 71-73); él reivindicaba así que –sin renegar en absoluto de su origen rumano– se consideraba perteneciente también a la cultura española. Como se puede ver ahora, tenía toda la razón.
Su poesía, escrita en lengua española y publicada en tres poemarios –Poemas patéticos en 1948, Innominada Luz en 1949 y Proporción de vivir en 1954–, ha sido traducida al rumano por George Ciorãnescu, en un volumen prologado por Alexandru Ciorãnescu y en otro volumen, una antología con un prólogo de Virgil Ierunca, ambos aparecidos en 1963 en Occidente. Estos versos, hoy olvidados, fueron, sin embargo, larga y elogiosamente comentados en el momento de su aparición en las revistas literarias españolas, no sólo en comentarios corteses frente a un poeta extranjero que escribe en la lengua del país de adopción, sino también en comentarios serios de críticos profesionales.
Busuioceanu también ha publicado más de treinta ensayos en la revista Ínsula, editada en Madrid entre 1946 y 1980, que son muy poco o en absoluto conocidos2 . Publicados la mayoría de las veces en la octava y última página de la revista, en una columna propia llamada “Letra y espíritu”, estos ensayos comentan la literatura desde el punto de vista de un escritor profesional, que se siente atraído por la meditación acerca de la condición de la escritura y se muestra sensible ante lo novedoso. En sus ensayos se hace visible la preferencia por las técnicas modernas, por la expresión cifrada que se tiene que desprender de la materia del sentimiento, digna de desprecio porque la rebaja. Entre los españoles, admira a Ortega y Gasset, a Juan Ramón Jiménez y, sobre todo, a Eugenio d’Ors, de quien comenta con entusiasmo, en varios fascículos, la pieza Guillermo Tell, vista en una representación inusual, una lectura pública sin decorado que facilita la extracción de los sentidos esenciales, “que crea una ilusión inesperada y encarna, no la diversidad de la realidad, sino el antagonismo de las ideas y aquel fatum de los seres en eterno enfrentamiento social” (Busuioceanu 1949), ideas seguidas no sólo aquí sino también en la poesía, donde elogia a un imitador de Mallarmé como Landínez, pero, sobre todo, el conocimiento intuitivo, total, denominado “epifanismo”.
Poco conocido hoy, el epifanismo ha sido un movimiento artístico y literario, con influencias sobre todo en la poesía, lanzado a través de la publicación de un manifiesto en la revista parisina Arts, en marzo de 1948, que consigue rápidamente adeptos en Francia, en Bélgica, en los países nórdicos, en América del Sur, en los países del norte de África. Implica un individualismo que rechaza el “compromiso” a toda costa, en una época en la que se cultivaban los compromisos; se opone al existencialismo de Sartre, al que ataca de forma directa y, en general, a las ideas que tienden a la marxificación, propagadas por el movimiento intelectual francés de izquierdas, muy potente en aquella época. Busuioceanu escribe sobre los escritores europeos del momento, marcando las mismas preferencias e introduciendo, en un país todavía tradicionalista en gustos, el nombre y la obra de unos escritores considerados entonces innovadores como, por ejemplo, André Frénaud, Jean Paulhan, Joe Bousquet, Louis Aragon, Pierre-Jean Jouve y otros, sin olvidar tampoco a Eliade (con la traducción francesa de Maitreyi)
Si la actividad literaria propiamente dicha del poeta y ensayista Alejandro Busuioceanu no es desconocida ni en España ni en Rumanía, la de organizador cultural y promotor de las relaciones culturales hispano-rumanas es conocida sólo superficialmente. Aunque existía cierta simpatía entre los pueblos español y rumano, que expresan a veces los escritores de ambas naciones, la decisión de crear un instituto rumano en España y la llegada de Busuioceanu como enviado a Madrid es el resultado de una necesidad de conocimiento que ha madurado con el tiempo. Busuioceanu mismo lo recuerda en una conferencia.
Delegado del Ministerio de Asuntos Exteriores rumano, enviado para ocupar el puesto de consejero cultural de la embajada rumana en el verano de 1942 y para organizar y dirigir el recién fundado Instituto Cultural Rumano en Madrid, lo que suponía también dirigir un lectorado de lengua y literatura rumana en la Universidad de Madrid, Alexandru Busuioceanu comienza su actividad pública antes, con la organización de una exposición del libro y de la prensa rumana en Barcelona. Busuioceanu es quien ha organizado y ha dirigido en sus primeros años el antecesor del Instituto Cultural de hoy, el Instituto Cultural Rumano de Madrid, inaugurado el 17 de diciembre de 1942 con una ceremonia en la que participaron personalidades conocidas de la vida diplomática y cultural madrileña. Es el momento de mencionar que a estas manifestaciones oficiales y recepciones ofrecidas por el Instituto Cultural Rumano, en el período en el que fue dirigido por Busuioceanu, acudían las más relevantes personalidades del momento. En una recepción ofrecida en el período de preparación de la inauguración del Instituto Rumano, el 4 de noviembre de 1942, con motivo de la visita del profesor rumano N. I. Herescu, conocido latinista, una personalidad cultural sin comisionados políticos, estuvieron presentes José Casares Gil, presidente de la Academia de Ciencias, Eugenio d’Ors, el rector y el vicerrector de la Universidad de Madrid, otros diplomáticos extranjeros y rumanos (entre los que se cuenta Mircea Eliade), directores de institutos similares de Madrid, periodistas, etc
La conferencia que marcó la inauguración del Instituto fue titulada Los orígenes y la latinidad del pueblo rumano y fue impartida por el nuevo director de la institución, Alexandru Busuioceanu. Se trata de una conferencia de carácter general y compilatorio, que debía presentar ante los invitados “las cartas de recomendación” de la latinidad del pueblo rumano y la antigüedad de sus opciones europeas. El texto de la conferencia, que se conserva manuscrito, puede ser considerado también una lección de apertura del curso de historia y cultura rumanas de la Facultad de Filosofía y Letras. Empieza con la mención de la primera conferencia sobre el origen latino del pueblo rumano, sostenida en Madrid en 1868 ante el decano de la Facultad de Letras, ante los profesores y los estudiantes, por el estudiante rumano Andrei Vizanti. Y, a continuación, Busuioceanu define así los objetivos de su curso: “hablar a los estudiantes españoles sobre la lengua de mi patria, sobre la historia, sobre la cultura, sobre sus monumentos; mostrarles las relaciones de origen y de espiritualidad que nos acercan al noble pueblo español e intentar hacerles comprender y querer este otro mundo latino, situado al otro lado de Europa y fecundado, en sus mismas fuentes, por la sangre y por el espíritu hispánico”. El desarrollo de las relaciones culturales entre los dos pueblos y países es apoyado por la fundación de la cátedra de lengua y literatura rumana en Madrid y de la de lengua y literatura española en Bucarest, activa desde 1930. Si los dos países se encuentran a una distancia máxima en la geografía de Europa, su espíritu está emparentado y es a través de la cultura, como mejor y más fácilmente se puede realizar su acercamiento. En realidad, los cursos de esta especialización son seguidos por un número impresionante de estudiantes de filología románica: en 1943 había 43 y en 1944 había 61, según los registros encontrados entre los documentos oficiales del archivo Busuioceanu.
Desde 1943, ante la recomendación de los profesores de la facultad, entre los cuales hay romanistas conocidos como Dámaso Alonso y otros, la sección de rumano adquiere el mismo estatuto que las otras lenguas románicas estudiadas (el francés, el italiano y el portugués), es decir, es frecuentada por estudiantes de tercer y cuarto curso, que pueden escoger el rumano como segunda lengua obligatoria para el examen final.
Según los mismos documentos del archivo Busuioceanu, el programa establecía en el año 1944 clases diarias, por las tardes desde las seis hasta las ocho, en el Instituto Cultural Rumano: el lunes había clases de gramática rumana y de historia de la cultura rumana, cada una con una duración de una hora, impartidas por el lector Paul Georgescu

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